Cosmovisión en el medio andino-amazónico, o cómo todos aprenden en una relación cariñosa y recíproca entre lo humano, la naturaleza y lo sagrado.
En los Andes y en la Amazonía quechuablantes se habla de yachay o "saber", pero dependiendo del contexto, se la usa como vivir, curar, sanar, aprender, enseñar, conocer, armonizar, preparar ... los caminos que conducen al saber son tan variados como sus significados, se los vive como caminos concurrentes que nos guían hacia ser chuyman jaque, como dicen los aimaras, o soncco runa, como afirman los quechuas, es decir, un humano de corazón.
El mundo no se divide entre seres animados y no animados. En la vida andino-amazónica los cerros son deidades tutelares que, al igual que los humanos, hablan, crían animales y son autoridades. La tierra no es un receptáculo inerte, soporte del crecimiento de las plantas. La tierra - no el planeta - es apreciada como la Pachamama, la madre de todo cuanto existe; ella emparienta a todos en una gran familia en la que cada quien es hermano o hermana del otro y de la otra. Todo ser, desde que nace, vive y es criado en una realidad viva, de personas y de familia. La vivencia es la de estar en un mundo como pacha vivo del cual la persona es una hebra anudada a otras hebras, en una relación de crianza mutua.
"Todo lo que sé está grabado en mi corazón" indican los aimaras. Desde esta perspectiva, no es la mente la residencia del saber, sino el corazón.
Grimaldo Rengifo Vásquez. Extraído de la Revista TAREA. Setiembre 2009
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